Crítica: B (La película)

Bárcenas

Texto escrito por David Lastra

Mal que nos pese, Luis Bárcenas es uno de los grandes iconos pop de la política española de estas dos primeras décadas del siglo XXI. Sus archiconocidos sobres repletos de billetes se han convertido en un símbolo renovado de la añeja España de la pandereta y el chanchulleo. “¡Ay, mi Bárcenas, que está hecho un mangante!”, que gritaba Carmina Barrios a su pajarraco enjaulado, bautizado en honor al extesorero del Partido Popular, en Carmina y amén. Los papeles de B (inicial de Bárcenas) mostraban la financiación en B (bajo cuerda, vamos,  dinero negro de toda la vida) del PP desde comienzos de los noventa hasta finales de 2008. Gracias al descubrimiento de las metódicas y parcas anotaciones del tesorero, conocimos las cantidades monetarias que circularon mediante sobres por la sede de la calle Génova y, lo que es aún más jugoso, quiénes fueron los receptores de aquellas sumas de dinero. Escondidos detrás de iniciales, el expresidente J.M., el presidente M.R., el exministro R. Rat, entre otros miembros de la plana mayor de la derecha española, aparecieron en los dichosos papeles. Durante los primeros años del caso, B negó y rechazó la existencia de esa financiación en B más veces que P a J. Pero todo cambió el 15 de julio de 2013, fecha en la que B comenzó a rajar y soltar toda la verdad. B (La película) recoge el momento justo de la comparecencia de B sobre B ese día ante el juez Ruz en la Audiencia Nacional.

B (La película) forma parte de la nueva corriente de cine político pero a diferencia de sus coetáneas, decide aparcar la ficcionalización de la realidad sustituyéndolo por una dramatización de los hechos reales. Allí donde J.C. Chandor (Margin Call) o Curtis Hanson (Malas noticias) deciden hacer una obra cinematográfica al uso, David Ilundain opta en su opera prima por realizar una exposición desnuda de las declaraciones más destacadas de la comparecencia de Luis Bárcenas a través de la réplica y contrarréplica de dos actores en un escenario realista. Manolo Solo (El laberinto del faunoCelda 211) es el encargado de dar vida al juez Ruz, mientras que el televisivo Pedro Casablanc (Motivos personales, Isabel) tiene la papeleta de domar al personaje de Luis Bárcenas. Su físico, su capacidad de contestar con la misma entereza (a.k.a. sinvergonzonería) y, especialmente, su dicción de metralleta, le convierten en la perfecta personificación del extesorero.

B la película

La película triunfa en su demostración de que la realidad siempre supera la ficción. Un giro como el acontecido el 15-J es tan sorprendente que ningún guionista se hubiese atrevido a llevarlo acabo en una obra de ficción por miedo a ser tachado de poco creíble o, simplemente, de gilipollas. La osada decisión de Ilundain de aparcar la ficción para abrazar sin concesiones al hecho real se encuentra con un grave escollo: cualquier espectador/a que haya leído la más simple cronología sobre el caso B ya conoce lo destapado en este film, si además ha indagado en la famosa comparecencia la denuncia de B se desvanece. Sin esa supuesta emoción, B puede perderse bajo la simplista denominación de dramatización de los hechos. Una práctica sin ningún tipo de interés fílmico, que sí contextual.

B (la película) es el selfie #nofilter del estereotipo político español.

Valoración: ★★★

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