Crítica: Frozen – El reino del hielo

FROZEN

Adaptarse a los nuevos tiempos ha resultado ser una tarea muy complicada para Walt Disney Animation Studios. Echando un vistazo a su catálogo más reciente no nos cabe duda de que el estudio las ha pasado canutas para reinventarse sin perder la magia de antaño. Y mira que lo ha intentado. Con Tiana y el sapo (2009) proponía una regresión nostálgica que recuperaba la animación tradicional 2D para gozo de los más disneyófilos (los que ya rondaban los 30, claro). Pero la clave del éxito no estaba en repetir la jugada sin tener en cuenta el contexto sociocultural del momento, así que la cosa quedó en un homenaje aislado. Lo que vino después fueron varios ejercicios de ensayo y error (Enredados, ¡Rompe Ralph!) que si bien cumplían con un mínimo de calidad, se alejaban del espíritu Disney influenciados por lo que estaban haciendo otros gigantes de la animación. En 2013, Disney ha hallado por fin el puente más estable entre pasado y futuro. Con Frozen: El reino del hielo el estudio recupera el lustre de sus mejores años sin dejar de mirar hacia delante, para darnos el mejor Clásico Disney en más de una década.

Adaptación libre (libérrima, como de costumbre) de La reina de las nieves, el cuento de Hans Christian Andersen, Frozen desprende ese inconfundible (y hasta ahorra irrepetible) aroma al Disney de principios de los 90. Fuertes ecos de La Sirenita y La Bella y la Bestia se pueden oír constantemente a lo largo de la película, sin que estos suenen en ningún momento a remedo. Chris Buck (Tarzán) y Jennifer Lee (¡Rompe Ralph!) actualizan un cuento de toda la vida en un ejercicio absoluto de reafirmación para Disney, encontrando el equilibrio perfecto entre clasicismo y modernidad, sin caer en excesos nostálgicos ni abusar del inevitable humor meta (es decir, sin adentrarse en terreno Shrek), y recurriendo a giros argumentales que compensan lo predecible de la historia.

"FROZEN" (L-R) KRISTOFF and ANNA. ©2013 Disney. All Rights Reserved.

Frozen es evidentemente una película de princesas Disney (dos por el precio de una además), y sin embargo no está articulada por el elemento romántico (presente, eso sí), sino por la relación entre las dos hermanas protagonistas, Anna (Kristen Bell) y Elsa (Idina Menzel). Siguiendo el sendero feminista marcado por la reciente Brave (Anna es el eslabón perdido entre Ariel y Merida) y haciendo gala de una exquisita autoconsciencia, Frozen renuncia discretamente a las convenciones más arcaicas de los cuentos de princesas y rechaza jocosamente la idea del amor verdadero por combustión espontánea (“No me fío de tu criterio”, le dice Kristoff a Anna después de que esta le confiese que se ha enamorado de su príncipe en 5 minutos). El resultado es un diálogo constante con la audiencia en el que Disney nos recuerda una vez más cuáles son los valores que el estudio promueve desde hace ya mucho tiempo.

Además de suponer una refrescante (nunca mejor dicho) revisión de los clásicos Disney más arraigados en la cultura popular, Frozen es un nuevo salto adelante en lo que a técnica se refiere. Buck y Lee sacan todo el partido a la mejor animación 3D y orquestan un portentoso e imaginativo espectáculo visual con bellísimos pasajes que dejan sin aliento (atención a la escena en la que Elsa construye su castillo). Afortunadamente, en esta ocasión el resto de elementos están a la altura del despliegue de medios. Frozen está cargada de momentos de calidez abrumadora, de comedia inteligente y magia espectacular. Sus personajes se ajustan a todos los clichés, pero rebosan humanidad por los cuatro costados; incluido el imprescindible sidekick, en esta ocasión un muñeco de nieve viviente llamado Olaf que contra todo pronóstico acaba siendo una fuente infalible de ternura y humor. Y por último (pero no por ello menos importante), Frozen se erige como un colosal y esplendoroso musical de Broadway, repleto de canciones redondas (quizás demasiado) a cada cual más pegadiza (Idina Menzel canta la impresionante “Let It Go” con la misma fuerza con la que interpretó su “Defying Gravity” del musical Wicked). Tan clásica como contemporánea, y en última instancia intemporal, Frozen podría ser el principio de una nueva época dorada para Disney.

Valoración: ★★★★

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