Crítica: El camino de vuelta

THE WAY, WAY BACK

¿Recordáis aquel verano en el que vuestros padres os llevaron un mes de vacaciones al pueblo costero donde ellos veraneaban de pequeños y disteis vuestro primer beso en la playa, junto a una hoguera y con los fuegos artificiales del 4 de julio estallando al fondo? Seguro que sí, como si hubiera sido ayer. Pero ya no sabéis distinguir muy bien si es un recuerdo real o un constructo generado a partir de todas esas ‘películas de vacaciones’ con las que todos crecimos.

Con El camino de vuelta (The Way, Way BackNat Faxon (Ben and Kate) y el ganador de un Oscar por Los descendientes Jim Rash (nuestro Decano Pelton de Community) aúnan con buen gusto y mucho cariño la mitología yanqui más reconocible e importable y los tópicos del cine sobre adolescentes (de esa variante amable y pseudodramática que ellos llaman concretamente “coming of age movies”) para recordarnos aquel verano en el que todo cambió, o si no se es tan afortunado, el mejor verano que nunca tuvimos.

El camino de vuelta está narrada desde el punto de vista de Duncan (Liam James), un torpe e inseguro adolescente de 14 años con el que es prácticamente imposible no identificarse de alguna manera (seguramente si estás leyendo esto, tú fuiste, o eres bastante Duncan). Es como el Charlie de Las ventajas de ser un marginado pero sin el trauma infantil y el hospital psiquiátrico. Duncan no corre peligro de caer en depresión, pero su familia no le proporciona estabilidad precisamente, y su situación lo convierte en el protagonista ideal de este tipo de películas, un héroe mundano y defectuoso (un 6 que en realidad es un 9) del que nos apropiamos sus pequeños triunfos personales. Qué bien se siente uno realizándose a través de personajes como este.

El Camino de Vuelta_PósterUn par de años después del divorcio de sus padres, Duncan se va de veraneo con su madre (Toni Collette), su odioso nuevo novio (interpretado por un Steve Carell que se aleja de todos los papeles que ha hecho hasta ahora) y la ausente hija de él. Mientras su madre intenta por todos los medios crear una nueva familia con lo que tiene a mano, Duncan busca refugio fuera de casa. Lo encuentra en un parque acuático regentado por un Peter Pan cuarentónOwen (Sam Rockwell en estado de gracia), que se ofrece como guía espiritual del chaval y le da su primer trabajo. Con Owen y el resto de kidults del parque, Duncan aprende a no quedarse de brazos cruzados. A perder la vergüenza y bailar break dance delante de extraños, a hacer un acercamiento con la preciosa vecina (AnnaSophia Robb), y en definitiva, a empezar a vivir un poco la vida.

El camino de vuelta es todo un caramelito indie en la línea de Little Miss Sunshine o la reciente Un invierno en la playa. Una dramedia familiar muy bien interpretada (Allison Janney está maravillosa), con envoltorio Sundance (es decir, tan natural como manufacturada) y sabor a película de los 80, que da siempre con las notas adecuadas para tocar la fibra (aunque salten demasiado a la vista las intenciones y seamos conscientes en todo momento de que estamos siendo ligeramente manipulados). El camino de vuelta transcurre en nuestros días -como nos indica el product placement tecnológico-, pero su espíritu (y su selección musical) está en un pasado común que es tal y como nos recuerdan estas películas, aunque en realidad no se parezca en nada.

Valoración: ★★★½

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