Crítica: Capitán Phillips

Tom Hanks

Capitán Phillips nos cuenta la historia real del Maersk Alabama, un buque de carga norteamericano que fue secuestrado por piratas somalíes en 2009, la primera vez en 200 años que un navío estadounidense de estas características era interceptado. Paul Greengrass (La saga Bourne, United 93) nos invita a bordo del Maesrk para lo que en un principio será una travesía rutinaria y exenta de complicaciones con la misión de llevar provisiones a África. Richard Phillips (Tom Hanks) capitanea una reducida tripulación de operarios sin entrenamiento militar. Ni ellos ni el barco van preparados para enfrentarse a lo que se les viene encima. No hay armas a bordo y los recursos para sobrevivir a un ataque son escasos.

A pesar de esa cámara intrusiva que siempre se mueve más de lo que debería, Greengrass hace un gran trabajo incrementando la tensión a medida que el metraje avanza. Y no lo hace valiéndose de recursos espectaculares o licencias Capitán Phillips póster españolinverosímiles como suele ocurrir en las reconstrucciones hollywoodienses de hechos reales. Capitán Phillips es más bien una anti-película de Hollywood. El protagonista no es un everyman convertido en súper héroe de acción, Greengrass está más interesado en proporcionarnos un vehículo de identificación real, no otro John McClane. Establece un vínculo muy poderoso con el espectador mostrándonos a un hombre terriblemente vulnerable y absolutamente corriente cuya heroicidad es percibida dentro de su frágil condición humana. La templanza, el sentido común y el ojo avizor son sus armas para evitar daños mayores y poner a sus hombres a salvo. Richard Phillips aguanta la compostura hasta el final, pero nosotros vemos en su rostro el terror, algo que acaba afectándonos más de lo que esperábamos.

La introspectiva y soberbia interpretación de Tom Hanks es la clave para que el enfoque de Greengrass resulte efectivo. Pero no es hasta los últimos cinco minutos de la película cuando, en retrospectiva, nos percatamos del increíble trabajo de Hanks y su papel en la cruda dramatización que pone en marcha Greengrass. Gracias a esta escena nos olvidamos de varias secuencias dilatadas hasta la extenuación, y del pesado componente militar de la última media hora. La inolvidable y descarnada escena final da sentido a todo, es la catarsis definitiva. Nos derrumbamos con Richard, con Hanks, un hombre derrotado no solo por la aterradora experiencia personal que acaba de vivir, sino también por haber contemplado de primera mano el horror del terrorismo y los efectos del capitalismo en los países subdesarrollados (“no es mi sangre”). Casi sin que nos percatemos de lo que está haciendo, sin entrar en grandes reflexiones ni emitir juicios morales recalcitrantes, un Greengrass metódico y casi invisible (a pesar una vez más de la cámara) nos deja huella con el inteligente estudio de un personaje extraordinario.

Valoración: ★★★★

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