Blossom: la voz de una generación

Hubo una vez un tiempo en el que podíamos ver adolescentes en la televisión. Entiéndase adolescencia como esa ineludible etapa de transición, ensayo y error, y búsqueda de la personalidad que definirá en gran medida quiénes seremos. La sofisticación de las series “adolescentes” más recientes obliga a ignorar esa incómoda y poco comercial transformación. Se invisibiliza el periodo de tumulto interno del adolescente, se esconde el pasado de acné y aberraciones físicas propias de la ‘mutación’ de niño a adulto, para convertir a las quinceañeras en mujeres ya desarrolladas y completamente sexualizadas. Sin embargo, no siempre fue así. A principios de los 90 teníamos a Blossom Russo.

El primer episodio de Blossom (emitido el 3 de enero de 1991) se centra en el evento que cambia a toda niña: a Blossom le viene la regla por primera vez. Si esto no es una declaración de intenciones, decidme qué es. Desde el primer momento, la serie busca la identificación con la mayor parte de la audiencia adolescente, especialmente la femenina -y accidentalmente, la homosexual-, propiciando un espejo donde mirarse y verse de verdad, en lugar de una portada de revista de moda para colocar delante de la bicicleta estática. Y no le resulta difícil, gracias al sensacional trabajo de la joven Mayim Bialik, con un papel escrito a su medida (literalmente). Blossom Russo es más bien feúcha, su característica nariz aguileña, su dentadura ‘desordenada’ y su complexión algo desgarbada la convierten en la anti-adolescente televisiva, que paradójicamente es la adolescente real. Para disgusto de su padre, Blossom empieza a interesarse por los chicos, y el sexo despierta cada vez más curiosidad en ella. Es uno de los síntomas del cambio, el más importante quizás. Y el sexo no solo no se ignora, sino que sirve para construir la base de las primeras temporadas de la serie. Uno no se convierte en adulto por arte de magia. Blossom no infravaloraba ni sermoneaba a su audiencia adolescente, y eso la convertía en una rara avis.

Para documentar la gran aventura de crecer, Blossom recurría a menudo a episodios especiales -aunque en Estados Unidos, todos eran “a very special episode”, algo que perdimos en España- y contaba con una infinidad de celebridades que acompañaban a la protagonista en sus ensoñaciones -Blossom llegó a hablar con Alf en el Cielo. A pesar de que a medida que la serie avanzaba se iba perdiendo ese gusto por el stand-alone, Blossom no abandonaba la experimentación: “Blossom Gump” (5.09), el especial de cinco episodios “Blossom in Paris”, o “Mating Rituals” (5.11), en el que la asistencia de la protagonista a una fiesta universitaria se narra como si fuera un documental de naturaleza. Claro que si hemos de recordar, y celebrar, un episodio ‘especial’ ese es “Blossom: A Rockumentary” (2.09), magnífica parodia de En la cama con Madonna (1991).

Con el tiempo, Blossom Russo llegó a personificar el estilo alternativo pre-grunge, aunque el invitado especial de turno (Will Smith, Salt ‘N Pepa, C+C Music Factory) la convertía en fan del hip hop más comercial, o de lo que hiciera falta; sobre todo al principio de la serie, cuando Blossom y Six (Jenna Von Oÿ) se pasaban las horas muertas en su cuarto interpretando sus enérgicas coreografías al ritmo de la música de moda. Después, en un alarde de girl power noventero, Blossom, feminista combatiente, se confesaba fan de las Violent Femmes. Esto suponía cierta rebelión y espíritu reivindicativo que la convertían en un modelo a seguir. Blossom destacaba por su perspicacia, inteligencia y torpeza social. Pero también por un gusto -experimental- por la moda, un estilo aún enraizado en los 80 que desafiaba al convencionalismo. Los jeans y las camisetas blancas aún no son para ella. Blossom está intentando descubrirse, y en el proceso, plantar cara a lo establecido. Junto a su mejor amiga, pone de moda los vestidos estampados, las flores gigantes, y por supuesto, los sombreros estrafalarios. En definitiva, Blossom era una chica normal que sin embargo invitaba a la audiencia adolescente a perder el miedo a esa normalidad, con el fin último de hallar la voz propia. Todos éramos Blossom. Hasta que cada uno se convirtió en quien es ahora.

Blossom es el antecedente inmediato de Angela Chase (My So-Called Life). Si sus caminos se hubiesen cruzado, se habrían convertido en mejores amigas. No obstante, la familia de Angela era el paradigma de la normalidad comparada con los Russo. Hasta ese momento, pocas familias no tradicionales protagonizaban telecomedias norteamericanas de éxito (y pocas se atrevían a mostrar a un padre soltero saltando de flor en flor). Lo normativo era más La hora de Bill Cosby que Punky Brewster. Aunque la disfunción es uno de los elementos habituales de la comedia de situación, no se manejó con tanta osadía hasta Blossom. La madre de la protagonista ha abandonado a la familia para ser cantante en París. El padre, Nick (Ted Wass), vive resentido y lucha a diario por mantener a su familia con su inestable empleo como músico. Blossom tiene dos hermanos mayores, Joey (Joey Lawrence), bomba hormonal con un dedo de frente, y Anthony (Michael Stoyanov), ex-drogadicto y ex-alcohólico en rehabilitación. Cuando la serie se lo proponía, nos salpicaba con la profunda tristeza de un padre abandonado que no podía comprar regalos de Navidad para sus hijos, con la confusión de unos chavales que fluctuaban entre la comprensión y el odio hacia su madre, o con la frustración de una familia ante la adicción de un hijo. Uno de los grandes temas de la serie era cómo el divorcio afecta a los hijos, y la seriedad con la que Blossom se aproximaba a algunos conflictos familiares -especialmente los que tenían que ver con Nick enfrentándose solo al crecimiento de su hija adolescente- generaba auténticos instantes de impacto dramático, inéditos hasta ese momento en el género de la sitcom familiar.

A lo largo de cinco temporadas, Blossom echa mano de todos los clichés del género adolescente y trata muchos ellos de forma atrevida, desmarcándose del resto de comedias: drogas, alcohol, desórdenes alimenticios, embarazos accidentales, armas, y sexo, sobre todo sexo (el motor primario para todos los personajes de la serie, no solo los más jóvenes). Lo hace esquivando la afectación y el alarmismo durante sus primeras temporadas (en la tercera, Joey contrata una prostituta porque está desesperado por perder la virginidad, y el tema, por escabroso que sea, da para construir una clásica comedia de enredos). En la etapa adulta de la serie se da paso a un tono mucho más grave que convierte los conflictos sexuales en germen de grandes dramas para los protagonistas y va transformado a Blossom en una joven cada vez más intensa y arisca -sobre todo a partir de la introducción de su novio, Vinnie Bonitardi. Solo hace falta oponer un episodio de la segunda temporada como “Honor?” (2.05) a uno de la quinta, “The Date” (5.17), para darse cuenta de la evolución que sufre la serie a medida que su protagonista pasa de adolescente a mujer. En el primero, un rumor que involucra a la -muy virgen- protagonista, el gallinero de un cine y un antiguo amigo, convierte a Blossom en la comidilla del instituto. En el segundo, Blossom es víctima de un intento de violación. Mientras que al comienzo de la serie se reflejaba con tino ese tremendismo con el que el adolescente se enfrenta a los conflictos cotidianos, las últimas etapas de Blossom entraban de lleno en terreno melodrama de sobremesa. Tanto es así que “The Date” concluye con la clásica vídeo-advertencia: “Hola, soy Mayim Bialik y tengo un mensaje para vosotras: si os intentan violar, buscad ayuda”. La frescura y el optimismo se desvanecían ante las grandes tragedias de la edad adulta. Blossom se había hecho mayor y su serie había perdido la razón de ser.

Por eso cuando recordamos Blossom nos trasladamos directamente a esas primeras temporadas que sirvieron de guía para la vida a muchas -y muchos- adolescentes de todo el mundo (TVE emitió la serie con un éxito considerable). No nos acordamos tanto de los personajes tardíos -la nueva mujer de Nick, su hija o su perro- que aparecieron para refrescar algo que llevaba tiempo seco. Aún escuchamos los “wow” de Joey, pero son los de las primeras temporadas, bobos y divertidos, y no los de las últimas, tristes y desinflados. Recordamos a esa adorable Blossom pre-YouTube, narrando sus peripecias ante su cámara-diario, e ignoramos el hecho de que se eliminó la popular cabecera porque ya no encajaba con el tono de la serie. Aceptamos que Blossom creció, y nosotros con ella, y que puede que hoy el sol no brille, y mañana tampoco. Pero no olvidamos cómo sigue la letra: “¿Qué nos traerá el futuro?”

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