The Playboy Club: crónica de una cancelación anunciada

Seguramente ya habéis llegado a esta conclusión vosotros solitos, pero yo, por si acaso, aviso: si teníais planeado seguir The Playboy Club, y sobre todo, si vais a empeñaros (y esforzaros) en que os guste, no os molestéis. La serie no va a durar mucho tiempo, y es más que probable que nos quedemos sin conclusión para la historia de las conejitas de Hugh Hefner. Las audiencias de los dos primeros episodios han llevado a la NBC a un principio de temporada desastroso, y aunque la serie no va a ser retirada de la parrilla en su tercera semana como muchos vaticinaban, no tiene posibilidades de sobrevivir.

La presión de la increíblemente rancia PTC (The Parents Television Council®) no ayuda. Desde que se anunció el estreno de la serie, la organización ha tratado por todos los medios de boicotear una producción que, según ellos, está disfrazada de alegato a favor de la emancipación femenina, pero que lo que hace en realidad es convertir a la mujer en objeto sexual. La PTC llama hipócrita a la NBC, y se apresura en utilizar la palabra “porno” desde el primero de sus comunicados de prensa. Para ellos, no es aceptable que una cadena generalista apoye una serie “legalmente indecente”, relacionada con el mundo del porno (por mucho que los responsables de The Playboy Club aseguren que se trata de una historia sobre el club y la revista). Por último, la PTC ha acusado a las marcas que patrocinan la serie de promover la pornografía en las audiencias generales al abanderar la marca Playboy, y ha asegurado que pedirán cuentas a estos patrocinadores. Sobra cualquier tipo de comentario.

Dejando a un lado los problemas con la PTC (que por suerte pocos toman realmente en serio), The Playboy Club tiene que enfrentarse con un inconveniente mucho más difícil de ignorar: a nadie parece interesarle lo que la serie cuenta. El estrepitoso fracaso de audiencia se puede deber a varios factores. Por un lado, no es descabellado pensar que la audiencia target de la NBC no esté interesada en una serie con unas dosis de sexo considerablemente mayores que el resto de series de la cadena. Pero no nos engañemos, el principal problema de la serie es que pretende calzar en 40 minutos un gran número de cuestiones relevantes (emancipación femenina, derechos homosexuales, cuestiones raciales…), personajes, tramas e incluso géneros. Y ya sabéis, el que mucho abarca…

Si bien es fácil achacar la falta de interés del público a ese aire descentrado y una desorientación genérica absoluta (además de las escenas musicales, los enredos amorosos, y la carga social de la serie, tenemos un homicidio involuntario), no es descabellado poner cara y nombre al mayor handicap de The Playboy Club: Eddie Cibrian. Este Don Draper de saldo eclipsa cualquier aspecto positivo de la serie. A Cibrian le quedan enormemente grandes los zapatos de galán moralmente ambiguo de los 50, y sus enormes semejanzas con el protagonista de Mad Men son el mayor error de The Playboy Club. Tanto sus acciones como la caracterización del personaje en boca de otros remiten al personaje de Jon Hamm y hacen que la serie de NBC se ponga en evidencia.

A pesar de su aturullado piloto, The Playboy Club muestra cierto potencial. Si conseguimos ignorar mínimamente al personaje de Eddie Cibrian (asumiendo, claro, que las verdaderas protagonistas de la serie son las mujeres, como en Mad Men), podemos ser capaces de atisbar aciertos que, desarrollados adecuadamente, podrían llevar la serie a buen puerto. Tenemos un buen número de personajes arquetipo que protagonizan siempre efectivas tramas prototípicas, de las que destaca la estrella en ciernes vs. la vieja gloria, una suerte de Showgirls con mucha menos clase que la cinta de Verhoeven. Y tenemos a Sean Maher interpretando a un homosexual en la sombra que encabeza una lucha furtiva por los derechos del colectivo, personaje que sin duda ha animado al actor de Firefly/Serenity a salir del armario tras 14 años en el negocio. Las tramas de compañerismo y alianzas imposibles prometen ser el corazón de una serie que, por desgracia, parece confiar el peso argumental a la trama de homicidio, cuyo tratamiento moderno chirría en una ambientación de época. La confusión con la que nace The Playboy Club se debe en gran medida a la influencia de  las exitosas producciones de los canales de pago en las series de las cadenas generalistas. La serie de NBC es un ejemplo de producción que asume el riesgo de casar las exigencias de una network con la visión arriesgada de las series de pago. Y es por ello que Bob Greenblatt, presidente de la NBC, ha decidido mantenerla más tiempo en antena para que evolucione al ritmo de una serie de cable. El (por ahora) fracaso de la empresa indica que quizás las audiencias mainstream norteamericanas no estén preparadas para ver una serie de HBO y que los seriéfilos curtidos en las producciones de HBO, Showtime y AMC no quieren perder el tiempo con un producto a medio fuelle.

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