2 Broke Girls: cupcakes con mucha sal gorda

¿Quién está de acuerdo en rebautizar la nueva sitcom de CBS como 2 Broke Girls, 1 Cup? No sería del todo desatinado, ¿verdad? Al fin y al cabo, el humor de la serie no dista mucho de lo que contribuyó a que aquel infame vídeo (que juro que no he visto ni veré jamás) hiciera reír y vomitar a medio mundo. Así es, 2 Broke Girls no esconde sus intenciones, y los apenas dos minutos que transcurren antes de la cabecera sirven para poner las cosas en su sitio y evitar así las críticas más obvias. A nadie debe extrañar que Michael Patrick King esté detrás del proyecto. El responsable de Sexo en Nueva York lleva unos años dando palos de ciego. Sin embargo, desde que su éxito para HBO pasase de placer culpable ‘no tan culpable’ a tortura china, el productor, director y guionista ha consolidado su estilo a base del humor más burdo y la escatología más infantil. Si bien en las películas de Sexo en Nueva York King no logra hallar el equilibrio entre humanismo, semen y cacas, en 2 Broke Girls esta mezcla funciona (extrañamente) a las mil maravillas.

La completa ausencia de contención y corrección política es sorprendente (es como si Bush nunca hubiera existido). 2 Broke Girls condensa felizmente en un minuto y cuarenta segundos la nada desdeñable cifra de tres chistes guarros (de distintos tonos de verde): un comentario sobre las omnipresentes y omnipotentes tetas de Kat Dennings (‘I loved Kat before it was trendy’), otro sobre vaginas quedándose secas (!!), y por último, el que es probablemente el chiste de naturaleza sexual más usado, gastado y trillado de la historia: el “she’s coming” y su guarro doble sentido. Pero por supuesto, esto es solo el aperitivo. A lo largo de los veinte minutos que dura el episodio también hay referencias a manchas de semen y olor a sopa de almeja. Por no hablar de los denigrantes estereotipos raciales y los chistes pasadísimos de rosca, como el de la adicta al crack a la que se le caen los dientes o el brutal comentario sobre Stephen Hawkings, que hacen que la serie entre en territorio South Park constantemente. También podemos encontrar en 2 Broke Girls ese imprescindible culto al cuerpo masculino que King tanto practica. Las tres escenas en las que aparece el modelo Noah Mills están escritas para enseñarnos esa parte del cuerpo que “vuelve tontas a las chicas listas” (¡los oblícuos! nosotros sí sabemos cómo se llama, Max). Señoras y señores, ¡esto es televisión de autor!
Si 2 Broke Girls es un festival escatológico gratuito y desfasado, ¿por qué nos ha gustado tanto? La respuesta es sencilla (aunque tiene varias partes): en primer lugar, el carisma de Kat Dennings es innegable (“Estoy muerta por dentro”). La exhuberante actriz se encuentra muy cómoda en el papel de la descreída Max (apostamos a que la personalidad de Dennings construye en gran medida la de su personaje) y su química con Beth Behrs es obvia. Por otro lado, el promedio de chistes buenos (aunque en este caso ‘bueno’ no se pueda sustituir por ‘inteligente’) es muy favorable. Por último, la franqueza del producto nos conmueve. Lo que ves es lo que hay. Sin que lo pidamos, 2 Broke Girls nos devuelve el (des)encanto de la Nueva York de cartón piedra de las comedias de situación noventeras, y lo hace en un momento en el género se encuentra en pleno proceso de transformación e hibridación con los formatos dramáticos y docudramáticos. Hace unos meses mirábamos con recelo cómo las parrillas televisivas de la nueva temporada se llenaban de comedias que parecían guardadas en un cajón desde hace quince años y augurábamos un fracaso estrepitoso para todas ellas. Las astronómicas audiencias del piloto de 2 Broke Girls (obviamente impulsadas por las de Dos hombres y medio) nos obligan a replantearnos muchas cosas. Quizás después de todo este sea el año en el que las risas enlatadas reconquisten la televisión norteamericana. Invirtiendo la frase estrella de Max: Get attached. Estas chicas no se van a ir a ninguna parte todavía.

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